domingo, 16 de marzo de 2014

Bitácora personal, entrada 3

Hoy hubo un asesinato en el colegio.
Todavía estoy temblando por dentro y me duele el pecho. Mamá me había dicho que estamos en una dictadura militar y que por eso tenemos que tener mucho cuidado. Hay gente que desaparece y gente que pone bombas en los parques infantiles para volar a los niños en pedazos. Yo soy siempre muy cuidadosa y de todas formas nunca ando sola por la calle. Pensaba que en colegio estábamos a salvo, hasta hoy.
Fue en el recreo, iba a mi rincón entre las palmeras cuando vi a unos niños mayores en el prado. No me gustó. ¿Qué hacían ahí?  No era su sitio.
Reían y se empujaban unos a otros, yo me mantuve aparte, para que no me vieran. Entonces ocurrió, uno de ellos lo encontró, lo zarandeó y todos rieron. Sólo vi un patada brutal que lo hizo volar por los aires y se me cortó la respiración. Ellos reían y se daban palmaditas y celebraban y eran felices...
Corrí para ver si estaba bien. Los niños lo buscaban también para hacerle más daño, supuse. Así que me acerqué y lo miré disimulando. Por suerte los niños se alejaban en su búsqueda. No sabía como iba a protegerlo si lo encontraban. Ellos eran varios y más grandes. Pero ya daba igual, agonizaba. Nadie podría vivir estando tan roto. Se contorsionaba entre la hierba alta. Me dolía el pecho y queria llorar y gritar y golpearlos y temblaba... Caminé apartándome para que los otros no lo vieran y corría a por mi maestra. Ella los castigaría como era debido. "La vida es sagrada", dice la Biblia y ellos habían matado y disfrutado. ¿Cómo se puede ser tan cruel? Me costó encontrar a la señorita Teresita porque no podía dejar de llorar y de temblar. Tocó el timbre y la vi. Se lo dije, les dije que esos niños lo habían golpeado brutalmente y lo habían matado. Estaba esperando que ella se pusiera furiosa y fuera inmediatamente a castigarlos.
Confiaba en ella...
El dolor en el pecho seguía y vi que trataba de tranquilizarme y de parecer seria. Pero pronto me di cuenta de que no le importaba. ¿Cómo podía no importarle? Alguien había muerto, muerto...
Volví a la fila y la mañana siguió. No lloré más. Si a mi maestra no le importaba menos iba a importarle a mis compañeros.
La vida es muy frágil, ¿seré yo la próxima?
No le dije nada a mamá. Después de la reacción de la maestra temí que mamá también se riera de mí. A la gente le gusta reírse de mí. Eso no me molesta tanto como que piensen que se puede ir por ahí asesinando a la gente y que está bien.
¿Por qué los humanos son tan crueles? ¿Por qué son tan violentos?
De ahora en adelante tendré que tener mucho más cuidado, estar alerta y aprender a pelear. Los humanos son malos y hay que protegerse de ellos. No son de fiar, sonríen y golpean. Matan y ríen.
Tengo miedo, tengo mucho miedo, ¿Qué será lo siguiente? Ya no puedo ir a mi rincón en los recreos, tengo que encontrar otro escondite. Uno mejor.
No puedo dejar de temblar y de llorar, cierro los ojos y veo a la maestra intentando aguantar la risa, al cuerpecito agonizando en la hierba. Tengo que desahogarme sola, aquí, escribiendo para poder salir después sin que se note nada. No puedo aguantar más cosas así que me quedaré callada y escondida todo lo que pueda.
Tengo tanto miedo. Rezo por el alma del muerto, para que alcance el cielo y sea feliz allí donde no haya niños malos que maten por diversión. Alguien tiene que interceder por su alma y ya lo hago yo.
Espero que vayas al Cielo pequeño y precioso caracol.


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